sábado, 17 de abril de 2010

Francisca

Es la segunda noche seguida que apareces. Estas ahí, en medio de sueños comunes, con gente común. Y te miro a ti y me atraes, igual que las pocas veces que nos hemos visto.

Despierto entonces y estas ahí, rondando el día. Me dan ganas de verte, pero no se nada de ti. No tengo tu numero, aunque se dónde vives. No se si estás sola y si me recuerdas, no se si te pasaría algo si me vieras. Tal vez también te gustaría verme, pero no se. No se si tengo el derecho a averiguarlo, porque no te he visto en mucho tiempo y no se si buscaría tus ojos. Probablemente lo haría. Desde que te descubrí, siempre lo he hecho. Pocas veces han sido, pero siempre quise encontrarte.

Contigo han sido así las cosas, medio casuales. Un poco entregadas al azar y de existir, a algún destino. Así es contigo, así me gusta que sea. Me gusta tener ganas de verte y no poder hacerlo, porque se esconde en esa fantasía una irresistible atracción. Me encanta no tener derecho a buscarte siquiera.

Si algún día nos encontramos de nuevo, espero ansioso por la incertidumbre. No quiero saber si me quieres ver hasta que por causas externas nos encontremos, tampoco quiero que sepas que me gustaría verte.

Así es contigo, así es como me encantas.

jueves, 1 de abril de 2010

Carta a nadie, inspirada en algún recuerdo lejano.

¿Como es esto?, ¿por qué estoy así?, ¿que caminos han quedado atrás y perdidos sin saber donde terminaban?.

Nunca espere mucho, mis expectativas caminaban a la altura de mis ojos siempre, y los sueños, solo parecían sueños.

Después de tanto, había olvidado el encanto de los aromas.

Nunca he creído que merezca algo, nadie merece nada. Esas ideas están lejanas a lo que pasa. Son un romántico mito de lo que alguna vez nos enseñaron por justo. De cómo deberían ser las cosas cuando no lo son, o como justificar sin existir razones reales. No importa.

Los caminos que deje ir, no los abandone por orgullo, ni por calificarme, como ya dije, de merecedor de más o menos. Simplemente los dejé. A veces me pregunto donde habrían llegado, o en qué lugar estarían ahora mismo.

Algo cambiaste. No he podido descubrir que, ni como, solo sé que fuiste tú.

Con tu mirada, con la simpleza de tu risa, con el tono de tu voz, quizás.

No es dolor lo que siento, es algo parecido a la pena sin ser tristeza. Me atrapa y me envuelve de vez en cuando, siempre que algo te trae.

Algo me pasa entonces, algo se despierta, algo que me encanta y que vale tanto como mi vida. Pero es inútil así. Debo conformarme con saber que existe, que esta ahí.

Me encantaría poder dominar tales sentimientos y emociones. Solo se esconderlos.

Incluso se esconderlos frente a ti.

Menos preguntas habrían tal vez, si no supiera camuflarlos. Que importa.

Hay palabras sospechosas, damnificadas de la inseguridad y porque no decirlo, de la cobardía.

Creo que comencé a enamorarme. En algún momento, antes o después, que importa.

A veces quise sentirme como un tonto e ingenuo perseguidor de un tipo de felicidad inexistente, o por lo menos, altamente improbable. Ahora no importa si soy o no un tonto. Importa solo una cosa, que es la razón (o excusa) por la que desgasto la calma del silencio y la ausencia.

jueves, 18 de marzo de 2010

Un simple encuentro con algún desconocido.

Caemos dentro de la misma ciudad como caen al azar, rebotando si cesar, las leves gotas de una llovizna guiada por el viento sobre el mismo pequeño charco invisible que se forma al lado del camino.

Nadie parece sorprenderse de hechos tales como compartir un asiento en la micro, o toparse de pronto en un ascensor. Pasamos por alto la maravillosa e improbable situación que se vive en un encuentro.

Cuantas guerras y cuantas devastadoras catástrofes. Cuantas enfermedades y hechos fortuitos han tenidos que ser evadidos para decantar en nuestra existencia. Cuantas historias construyen el camino pasado por el que nuestra sangre fue sobreviviendo.

No se puede sino llegar a pensar que estar frente a otra persona es un hecho fantástico, un milagro del azar o acaso el destino.

lunes, 15 de marzo de 2010

A proposito de un apagón generalizado

A veces olvidamos que en el cielo alumbran infinitas estrellas la luz inmortal de todo el universo que sabe de tanto tiempo, de tanto espacio.

La naturaleza, nuestra naturaleza, opaca desde abajo la inmensidad y desde abajo construye un techo que nos libra de tantas preguntas y de tanto crecimiento.

Esa es la libertad que nos ofrece el régimen predominante de nuestra raza, nos libra de nosotros mismos, transformándonos en esclavos ciegos de esa supuesta libertad.

El cielo esta siempre ahí, como las olas del mar rompiendo entre la roca y la espuma. Como la inmensidad del desierto, como el verde manto fresco y aromático de algún bosque lejano.

Pero parece que lo olvidamos y solo disfrutamos de ellos de vez en cuando. Pareciera que la vida pertenece a otros ritmos y a otras calles, cosas lejanas de todo aquello.

Tantas respuestas descansan lejos de nuestra puerta.