jueves, 18 de marzo de 2010

Un simple encuentro con algún desconocido.

Caemos dentro de la misma ciudad como caen al azar, rebotando si cesar, las leves gotas de una llovizna guiada por el viento sobre el mismo pequeño charco invisible que se forma al lado del camino.

Nadie parece sorprenderse de hechos tales como compartir un asiento en la micro, o toparse de pronto en un ascensor. Pasamos por alto la maravillosa e improbable situación que se vive en un encuentro.

Cuantas guerras y cuantas devastadoras catástrofes. Cuantas enfermedades y hechos fortuitos han tenidos que ser evadidos para decantar en nuestra existencia. Cuantas historias construyen el camino pasado por el que nuestra sangre fue sobreviviendo.

No se puede sino llegar a pensar que estar frente a otra persona es un hecho fantástico, un milagro del azar o acaso el destino.

lunes, 15 de marzo de 2010

A proposito de un apagón generalizado

A veces olvidamos que en el cielo alumbran infinitas estrellas la luz inmortal de todo el universo que sabe de tanto tiempo, de tanto espacio.

La naturaleza, nuestra naturaleza, opaca desde abajo la inmensidad y desde abajo construye un techo que nos libra de tantas preguntas y de tanto crecimiento.

Esa es la libertad que nos ofrece el régimen predominante de nuestra raza, nos libra de nosotros mismos, transformándonos en esclavos ciegos de esa supuesta libertad.

El cielo esta siempre ahí, como las olas del mar rompiendo entre la roca y la espuma. Como la inmensidad del desierto, como el verde manto fresco y aromático de algún bosque lejano.

Pero parece que lo olvidamos y solo disfrutamos de ellos de vez en cuando. Pareciera que la vida pertenece a otros ritmos y a otras calles, cosas lejanas de todo aquello.

Tantas respuestas descansan lejos de nuestra puerta.